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Título
Tiempo y cambio: una interpretación relacional
Autor(es)
Director(es)
Materia
Tesis y disertaciones académicas
Universidad de Salamanca (España)
Tesis Doctoral
Academic dissertations
Metafísica
Tiempo (Filosofía)
Clasificación UNESCO
7203.03 Metafísica, Ontología
7206.03 Filosofía del Espacio y Tiempo
Fecha de publicación
2020
Resumen
[ES]Todos los seres humanos compartimos la experiencia del tiempo, es algo
esencial que está presente en todos los ámbitos de la vida humana. Nuestra
percepción está claramente marcada por la temporalidad, los sucesos que
percibimos se nos aparecen ordenadamente y nuestro cerebro los almacena
en la memoria. Además, gracias a la ordenación temporal de la que es capaz
nuestro cerebro, no confundimos nuestras percepciones pasadas con las
presentes; menos aún con nuestras perspectivas sobre sucesos que esperamos
o creemos que sucederán. Esta temporalidad también está reflejada en
nuestro lenguaje; en este hay tiempos verbales que ordenan el relato y evitan
incoherencias o contradicciones en el discurso. Gracias a la naturaleza
temporal del lenguaje podemos afirmar que antes P y ahora ¬P, pero, sin ella,
caeríamos en una contradicción evidente al afirmar que P y ¬P.
No obstante, el tiempo no parece un fenómeno interno del ser humano, al
menos, no exclusivamente. Cuando observamos el mundo, constatamos su
constante cambio y advertimos que unas cosas dan origen a otras, o más bien,
unas cosas se transforman en otras. Observamos que ciertos objetos o
sistemas, se componen a partir de la descomposición y la combinación de
otros objetos o sistemas. Además, este componente físico se nos presenta
como una característica esencial del mundo que no es posible pasar por alto.
No me estoy refiriendo a un fenómeno o realidad abstracta, sino a una
característica fundamental que determina el éxito o el fracaso de los
organismos vivos del planeta. Si no fuésemos capaces de adaptarnos a los
cambios que se dan en el mundo difícilmente podríamos sobrevivir. Este es
un hecho que podemos observar fácilmente en la naturaleza, incluso en los
seres vivos que carecen de sistema nervioso central. El ciclo vital de las
plantas está perfectamente sincronizado con los ciclos estacionales del
planeta, así como con los ciclos de noche y día. Lo mismo ocurre con los
animales, estos establecen una relación más estrecha aún con el tiempo:
aprenden de la experiencia (pasado), son capaces de idear planes (futuro) para
satisfacer sus necesidades (presente) y reaccionan ante sucesos imprevistos de
su entorno, como un peligro inminente. El animal humano, concretamente,
ha llegado a tal nivel en su relación con el tiempo, que ha dividido toda su
existencia temporalmente. Fracciona la historia del mundo en eras, la de la
humanidad en edades, planifica la duración de los estudios, la entrada y salida
del mercado laboral, sincroniza las relaciones personales, el trabajo humano y
el de las máquinas… En resumidas cuentas, nuestra realidad está impregnada
de temporalidad...
URI
DOI
10.14201/gredos.144522
Colecciones